Una epidemia desconocida arrasó el noroeste de China en 1910. Los muertos se contaban por centenares cada día y el Gobierno decidió dejar todo en manos de un solo médico: el doctor Wu Lien-teh. Las autoridades confiaron en él para investigar la enfermedad e identificarla. Y lo hizo: era la peste neumónica, altamente contagiosa y que se propagaba por transmisión respiratoria. En solo cuatro meses, este científico malayo de origen chino le puso fin con una batería de medidas que recuerdan mucho a las utilizadas hoy para evitar el coronavirus: cuarentena, restricciones en los desplazamientos y la fabricación de una mascarilla especial con algodón, gasa y varias capas de tela que obligó utilizar a la población. Era el nacimiento de la mascarilla quirúrgica, tan popular en el mundo este último año.