Una bola de nieve llamada gestión pasiva

El complicado 2020 ha reforzado algunas tendencias en la forma de invertir el dinero. La gestión pasiva, basada en colocar el dinero al albur de los índices de Bolsa, renta fija o materias primas mediante fondos cotizados (ETF) o fondos indexados vivió el pasado año un récord histórico: entradas netas en ETF (compras menos ventas) de 756.000 millones de dólares (624.800 millones de euros), muy por encima de los 660.000 millones de 2017.

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Lastre fiscal

Los fondos cotizados o indexados llegaron a España en 2006, aunque antes hubo una malograda experiencia llamada Fastibex, empresa de cartera cotizada que se dedicaba a invertir en los valores del Ibex 35 y que se terminó liquidando en 2003. La idea de la inversión indexada apareció en la Bolsa de Toronto (Canadá) a finales de los noventa, y a Europa llegó en el año 2000 por iniciativa de las Bolsas de Fráncfort y Londres.

En España no existen estadísticas muy fiables de ETF y fondos indexados en manos de los ahorradores, sin que la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva (Inverco) haga una diferenciación clara de este tipo de inversión. Uno de los aspectos más relevantes que diferencia a los ETF frente al resto de fondos de inversión es su tratamiento fiscal. Los fondos ETF cotizan como las acciones, lejos del régimen de los fondos. Pero su principal inconveniente frente a sus hermanos es que siempre se paga cuando se vende el ETF y no es posible reinvertir ese dinero en otro fondo para evitar la tributación como sí ocurre con el resto de fondos de inversión.

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