Un tirano al que el azar le juega en contra

El 5 de enero pasado se estableció en Venezuela la Asamblea Nacional surgida de las escandalosas elecciones del último diciembre. A partir de entonces, Nicolás Maduro confió en varios factores que facilitarían su dictadura. Promovió al frente de la Asamblea a su amigo Jorge Rodríguez, quien, en contradicción con Diosdado Cabello, representa al ala menos inflexible de su dictadura. La hermana de Rodríguez, Delcy, comenzó a administrar un simulacro de liberalización económica que haría estremecer a Hugo Chávez, habilitando una dolarización que no resuelve las calamidades materiales del país, pero alivia a la oligarquía amiga del Gobierno. La oposición, tensionada entre los liderazgos de Leopoldo López y Henrique Capriles, reabrió el debate sobre cuál es el nivel de diálogo y cuál el de intransigencia que hay que sostener frente al régimen. Desde más allá de las fronteras, la Unión Europea se mostraba disponible a una mediación entre las facciones enfrentadas. Hasta se especuló con que no renovaría su respaldo al presidente interino Juan Guaidó, reconocido como autoridad legítima por haber sido el presidente de la Asamblea que había concluido su mandato. El regreso de los demócratas a la Casa Blanca permitía, además, fantasear con la reposición de la diplomacia de Barack Obama, que celebró un reencuentro con Cuba y amparó en Colombia las negociaciones entre el Estado y la guerrilla.

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