Mujeres esenciales

Valentina Cepeda fue a limpiar una jornada más, pero ese día le aplaudió España entera. Su hija Nuria se escondía en el coche para desayunar sola, aterrada por el miedo al contagio. Cada día preparaba los palés de carne que abastecían los supermercados. La obsesión de Marina Pollán eran los datos, las cifras del estudio que encabezó condicionaron la desescalada. Se contagió en su trabajo, igual que Ana Sánchez en el hospital: “Horroroso, ese es el resumen”. Cristina Sanz ha tenido que coger una baja tras meses en primera línea en hospitales y ambulatorios, encadenando una veintena de contratos precarios como médica. Lupe Perea hacía horas extra de madrugada para poder responder a los correos de las familias con los deberes de sus alumnos. Rosa García aún llora por los ancianos que vio morir en la residencia en la que trabaja: “Todavía no les tocaba”, lamenta.

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