La relación conflictiva de Andrés Manuel López Obrador con el feminismo no es nueva, pero este año un símbolo aciago, un muro y todo lo que representa esa palabra en un país como México, ha profundizado el rechazo de los movimientos de mujeres. El despliegue de seguridad en el centro histórico de Ciudad de México ante las manifestaciones del 8 de marzo se ha convertido en el emblema más polémico de este Día Internacional de la Mujer. La valla que el Gobierno ordenó colocar en el perímetro del Palacio Nacional “para proteger y evitar provocaciones” durante las marchas convocadas para el lunes fue intervenida por activistas que pintaron cientos de nombres de víctimas de feminicidios. La indignación convirtió el cerco en un “muro de la memoria” contra la violencia, como destacaron varias feministas en las redes sociales, y la noche de este domingo se proyectaron en la fachada del palacio frases como “México feminicida”. El presidente, en cambio, ha atribuido las críticas a una “campaña de desprestigio” de la derecha y ha asegurado: “Yo no soy machista”.
