El mundo se ha acostumbrado a muchas cosas extrañas este año. Pero esta es difícil de superar: una señora vestida con traje de gala, sola sobre una alfombra roja, sin un alma alrededor para gritar a los famosos, departiendo amigablemente, como si fuera lo más normal del mundo, con una pantalla de marcos dorados y negros plantada ahí en medio, en la que salen estrellas, también vestidas de gala, pero en el salón de su casa o en una habitación de hotel. Con un preshow así, solo se podía mejorar o entregarse al surrealismo. Y, en esta gala de los Globos de Oro de la pandemia, hubo un poco de las dos cosas.
