Cuando Linda Thomas-Greenfield (Baker, Luisiana, 68 años) entró en la carrera diplomática, en 1982, quedaban años para que en el servicio exterior de EEUU fuera habitual la presencia de mujeres y de afroamericanos. Ella, que poco después se haría cargo de su dirección general, con supervisión directa sobre sus 70.000 integrantes, rompió dos barreras a la vez, como mujer y como negra, originaria además de un pueblo humilde del sur racista, en las antípodas de una profesión con tanto pedigrí como la diplomática. Por eso no deja de alentar a los estudiantes negros a engrosar las filas del servicio exterior, a veces hasta el punto de meterse en problemas, como el que protagonizó en 2019 al dar una charla a universitarios de color en Savannah, en el Estado sureño de Georgia, cuando trabajaba para una consultora privada.
