Las princesas y las trabajadoras de la canción latinoamericana

Jalo Nuñez del Prado descubrió los discos de Yma Sumac en los mercadillos de su ciudad natal, Lima. Para alguien como él, un promotor de indie pop, eran objetos irresistibles: portadas tremendamente kitsch, elaboradas en Estados Unidos durante los años cincuenta, durante la moda de la llamada exotica, una variedad de la música para adultos inquietos. Con el tiempo, Nuñez del Prado descubrió que bajo toda la parafernalia hollywoodiense había también un proyecto artístico rompedor: en compañía de su esposo, el compositor Moisés Vivanco, Yma aplicaba su extraordinaria voz a un híbrido que combinaba folclore andino con grandes orquestaciones Made in USA.

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