Jill Biden, una primera dama que quiere dejar huella pronto

En lo estético, la decoración de San Valentín de Jill Biden fue recibida sin excesivo entusiasmo. En comparación con aquellas recargadas puestas en escena de su predecesora Melania Trump, que rozaron lo tenebroso en el memorable montaje de los “árboles sangrientos” en la Navidad de 2018, resultaban menos pretenciosos estos cartelones con forma de corazón clavados en el césped del jardín delantero de la Casa Blanca. En rosa, rojo y blanco, cada corazón llevaba una palabra bonita impresa, algunas tan poco relacionadas con el día de los enamorados como “fuerza” o “unidad”. “Mandar mensajes de curación, unidad, esperanza y compasión, esa es su tarjeta de San Valentín al país”, dijeron en su oficina.

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