El drama de la migración desde los ojos de un niño

En 1999 salió de su pequeño pueblo en El Salvador, donde vivía con sus abuelos, e inició un viaje de 5.000 kilómetros y nueve semanas que le llevaría clandestinamente a Estados Unidos. Pasó en un bote precario de Guatemala a México. Cruzó a pie el asfixiante desierto de Sonora para entrar por Arizona. Viajó con desconocidos, en manos de coyotes y polleros, de aquí para allá en todo tipo de transportes, fingiendo no ser quien era, salvando los encuentros con los soldados, imitando acentos, aceptando el significado de una palabra con la que hasta entonces nunca se había identificado, pero con la que se identificaría durante largo tiempo: migrante. Algunos compañeros de viaje murieron o desaparecieron por el camino. Él sobrevivió. Al final le esperaban sus padres, que habían huido a California años antes de la cruenta guerra civil en su país. Javier Zamora solo tenía nueve años.

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