El proceso de paz entre las FARC y el Gobierno de Colombia ha permitido ver lo inimaginable en un país acostumbrado a la guerra, tras más de cincuenta años de conflicto. Excombatientes que no habían hecho nada diferente a disparar un arma ahora trabajan en cultivos de café, los hospitales que recibían a los militares víctimas de minas antipersona se han desocupado y, ahora, los máximos líderes de dos movimientos armados —enemigos históricos— se han unido para pedir que les dejen contar la verdad sobre el conflicto colombiano.
