Hubo un par de años, entre 2013 y 2015, en los que internet se levantaba cada mañana con una nueva noticia de Justin Bieber. Un día lo arrestaban, otro le daba un puñetazo a un fan, otro ofendía a un colectivo, a un país o a una cultura milenaria. Detrás de aquella sarta de gamberradas, que convirtieron a Bieber en “la persona más odiada del mundo” según sus propias palabras, había ansiedad, drogas, alcohol y promiscuidad.