Toda la imagen que alguien pueda tener de Vicky Martín Berrocal (Sevilla, 47 años) como un torbellino es real. De hecho, se queda corta. Es torrente, terremoto, huracán. Al llegar a la entrevista en su tienda de Madrid está grabando un vídeo, con los tacones tirados por el suelo, imparable después de una jornada larga y frenética. Recibe en el lugar como si fuera —y lo es— su casa. Decide cómo y dónde posar para las fotos y, para la charla, escoge el asiento, se ríe a carcajadas, susurra en confidencias, se emociona hasta la mismísima lágrima. Cuenta sin filtros su vida y remacha sus palabras con la voz, la mirada, las manos.
