Con una coleta desecha y un polar rojo, una mujer desesperada se aferra a una ambulancia, la golpea con los puños, chilla, araña la ventana. Dentro está su esposo, uno de los heridos en el brutal incendio del lunes por la noche en un centro del Instituto Nacional de Migración (Inami) en Ciudad Juárez. Su foto salió al día siguiente en las portadas de los periódicos, en los noticieros de fuera y dentro de México: era el rostro de una tragedia. Al menos 39 hombres muertos y 27 heridos, la mayoría en estado grave, asfixiados dentro de una celda de detención de la que nadie los sacó a tiempo. Ahora, a unos metros de donde sucedió el fuego, Viangly Infante dice que esta no era la manera de hacerse famosa, que su marido está fuera de peligro y que ella ya respira mucho más tranquila, pero aun así pregunta lo que todos gritan: “Tenían la oportunidad de abrirles la reja y no lo hicieron, ¿por qué no lo hicieron?”.