Cada vez que se escuchan balaceras, casi en cualquier barrio de Guayaquil, el primer instinto es correr a poner a salvo a los niños. Esconderse en la habitación más lejana de la puerta de entrada, de las ventanas, debajo de la cama, o tumbar el colchón sobre los niños. No existe un escudo suficiente para protegerlos. No basta prohibirles ir a la escuela después de cada episodio de violencia, porque los asesinan mientras duermen, en su casa, con las ventanas y puertas cerradas, como a Valentina, Bryanna, Adiel, Aitana, Maité, Alexander… En los brazos de sus padres, o tomando un helado. La violencia en Ecuador afecta severamente a la infancia, al menos dos menores de edad fueron asesinados cada día en el 2023, según reporta el Ministerio del Interior.
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