Treinta años de fascinación por Hannibal Lecter

“Empezamos a rodar. Y cuando empezó a hablar, Hopkins sacó aquel tono y aquel acento de Hannibal Lecter… Yo reaccioné sorprendida, porque no le había escuchado así antes. Cuando cortaron, hasta el técnico de sonido estaba aterrado. Desde luego, le agradezco que no avisara: mi reacción fue genuina”, recuerda Jodie Foster en una entrevista con EL PAÍS. Hace 30 años, en el día de San Valentín de 1991, se estrenó en Estados Unidos El silencio de los corderos. A España llegó más tarde, en septiembre, cuando ya se había convertido en un exitazo: fue un thriller de presupuesto contenido (19 millones de dólares), que recuperó lo invertido en su primera semana en las salas estadounidenses (acabaría superando en todo el mundo los 272 millones de dólares), y que en marzo de 1992 se convirtió en el tercer, y hasta ahora, último largometraje en la historia del cine en ganar los cinco Oscar principales: película, dirección, guion —en su caso, adaptado—, actor y actriz. Y, sobre todo, creó en el audiovisual la imagen moderna del psychokiller, el asesino en serie psicópata que con Lecter devino en un tipo refinado, muy inteligente y gélido.

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Tiramina en el menú del día

¿Qué tienen en común el vino, las habas y un hígado? Pues que contienen tiramina, una monoamina que actúa en el cuerpo humano como un vasoactivo. Cuando Lecter explica su menú, está enviando otro mensaje: en aquel momento había abandonado su medicación, porque la ingesta de tiramina es peligrosísima para los pacientes que toman antidepresivos (especialmente los inhibidores de monoamino oxidasa), algo habitual en las instituciones psiquiátricas. Por cierto, en la novela, Harris no escribió Chianti, sino Amarone, por el Amarone della Valpolicella veneciano.

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