Cuando cargamos el móvil o arrancamos un coche eléctrico damos por supuesto que funcionarán. Que contarán con la autonomía necesaria para permitirnos navegar por internet o trasladarnos de un sitio a otro. Nos despreocupamos de lo que sucede dentro de estos productos. Nos olvidamos de cómo la electromagnética y la tecnología consiguen que las baterías no se calienten en exceso ni los teléfonos se achicharren. Detrás de esta aparente magia hay empresas como la española Frenetic, que ha revolucionado la fabricación tanto de los cargadores como de las baterías con la ayuda de un sistema de inteligencia artificial. El objetivo: que estos ocupen menos espacio. Que sean más livianos. En último término, que pasen desapercibidos por completo.