Rafael Alberti, un legado cultural en números rojos

Tras esa agitada vida, marcada por el exilio, el activismo y una creatividad desbordante, Rafael Alberti (El Puerto de Santa María, 1902- 1999) era consciente de que le iban a quedar deberes por hacer cuando su tiempo se agotase. “El problema es que, al final, han sido demasiados cabos”, resume alguien que le conoció y admiró. Tantos que, 22 años después de su muerte, componen ya el triste soneto de un legado cultural en decadencia. Asediada por las deudas, la fundación que el artista creó en su ciudad natal, El Puerto de Santa María (Cádiz), se prepara para su extinción como única salida digna por decisión del Ayuntamiento, patrono de la entidad. Su obra atraviesa horas bajas de ventas, envuelta en dudas sobre si su gestión ha sido la correcta. Y su herencia, de más de 1.000 bienes, lleva atascada desde 2014 en un juzgado, que tendrá que dirimir qué parte corresponde a Aitana Alberti, la hija que tuvieron el poeta y la escritora María Teresa León, y qué parte a su viuda, María Asunción Mateo.

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