Más de 500 días de resistencia en el campo de refugiados de Matamoros

Como buen milenial, no es extraño que a Josué Rolando Cornejo le resulte natural contar su vida en las redes sociales. Lo que puede sorprender más es que este migrante, de 29 años, no tuvo su primer teléfono inteligente hasta el año pasado. Cuando salió de su país, Honduras, en mayo de 2019, huyendo de la violencia de las pandillas, tenía “uno de esos más baratos, a teclado”. Para comprarse uno “de los buenos” hubiera tenido que gastar al menos una quincena de su salario como conductor de transporte público en la colonia López Arellano, en San Pedro Sula. ¿Y de qué comerían su mujer y sus tres hijos, quién pagaría el alquiler?, se pregunta.

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