Los órganos de cuatro personas fallecidas iluminan cómo se lee el libro de la vida

Todas las personas fueron en algún momento una única célula todopoderosa de 0,1 milímetros, fruto de la unión de un óvulo de su madre y un espermatozoide de su padre. En el interior de esa solitaria célula ya había un texto exclusivo y asombroso: el genoma, más de 3.000 millones de letras químicas con las instrucciones para multiplicarse y convertirse en un ser humano con 30 billones de células. Es lo que el genetista estadounidense Francis Collins, ferviente cristiano y exdirector del Proyecto Genoma Humano, denomina “el lenguaje de Dios”. Pero hay otro dios por encima de ese supuesto dios. Prácticamente todas las células de una persona comparten el mismo manual de funcionamiento original, pero unas leen unas páginas, y se transforman en neuronas del cerebro, y otras leen otros pasajes, y dan lugar a células del músculo, del corazón o de cualquier otro órgano. Un consorcio internacional presenta este jueves el mapa más completo de ese otro dios que elige cómo leer el libro de la vida: el epigenoma.

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