Andrés Manuel López Obrador ha conjugado la idea de diferentes maneras, pero siempre para expresar lo mismo: es la política la actividad que debe determinar la vida pública y la economía. Nunca al revés. Esa concepción de que “todo es político”, algo evidente en términos teóricos, entraña un riesgo cuando se lleva a la práctica. Esto es, que lo político acabe coincidiendo, en cada decisión, con lo ideológico. Y que lo ideológico, por legítimo que sea, encuentre resistencias y haga tambalear algunos consensos. El presidente de México aprovechó este viernes una intervención ante el sector financiero del país para tranquilizar a los banqueros tras un año de profunda crisis acelerada por la pandemia. Prometió no cambiar las reglas del juego, aseguró que los negocios de empresas nacionales y extranjeras son bienvenidos y anunció una reforma de simplificación de trámites administrativos y fiscales.
