Madrid era una fiesta —y, seguramente, sigue siéndolo. Aparece en los diarios ingleses y alemanes, filósofos italianos lo comentan, franceses impacientes lo vienen a buscar: Madrid es una fiesta clandestina. La palabra fiesta y la palabra clandestina parecían lejanas: la pandemia las ha reunido sin distancia social. Cada finde se descubre en Madrid un centenar de fiestas clandestinas; por clandestinas, muchas más no se descubren.
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