La lengua que traje conmigo: así suena el norte de África en España

Las lenguas no entienden de purismo cuando se exportan. Es imposible mantenerlas intactas cuando sus hablantes están rodeados de otros alfabetos y fonemas. Conservarlas es casi un acto de rebeldía; de reivindicación. Por eso, es normal que el hassanía que hablaban los padres de Nadhira se convierta en hassañol, un híbrido que se le escapa al charlar con su hermana con la que se crio en Canarias. Para la generación de Halima, nacida en Madrid aunque con ascendencia marroquí, su nivel de dariya es “de guiris”. Fathi, sin embargo, discierne entre árabe, español e inglés como nadie, pues es traductor. Con idiomas más o menos impolutos, todos comparten un mismo objetivo: no perderlos.

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