La inflación de marcas mata al maratón

En abril de 2003, cuando el keniano Paul Tergat fijó el récord del mundo de maratón en 2h 4m 55s, el mundo se maravilló —si se puede bajar de 2h 5m, la última frontera, dónde están los límites del ser humano, se preguntaba—, y los especialistas iniciaron un animado debate sobre las características fisiológicas que debían reunirse para ser un gran maratoniano y si en el futuro sería obligatorio haber sido capaz de correr los 10.000m en menos de 27 minutos (como Tergat, que lo había hecho en 26m 27s).

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