El Holocausto es uno de los crímenes más fotografiados de la historia. Sin embargo, las imágenes que muestran el momento mismo del asesinato son apenas una decena y son todas muy conocidas por los historiadores. Los nazis no tenían problemas en permitir que se fotografiasen las persecuciones de judíos, formaban parte de su propaganda: de hecho, Joseph Goebbels integró a 15.000 fotógrafos con las tropas alemanas, que produjeron 3,5 millones de negativos. Pero otra cosa era dejar constancia de los asesinatos masivos, algo que estaba prohibido. Por eso, la investigadora estadounidense Wendy Lower supo que se encontraba ante algo único –y atroz– cuando un colega le enseñó en 2009 en el Museo del Holocausto de Washington una imagen que había aparecido en un archivo de Praga.
