Kazuo Ishiguro: “La manipulación genética puede traer una meritocracia salvaje”

¿No hay nada único en el ser humano que no se pueda extraer, copiar o transferir? O sea, ¿una máquina puede sustituirnos perfectamente? Kazuo Ishiguro (Nagasaki, Japón, 66 años) recibió en 2017 el Nobel de Literatura por, según la Academia Sueca, saber convertir las grandes preocupaciones de la humanidad en cuestiones tan esenciales como simples. La nueva muestra es Klara y el Sol (Anagrama), su octava novela, la primera tras el galardón, donde esa lenta labor de disección de la construcción de la identidad humana (que realiza siempre Ishiguro con precisión digna de Henry James) toma la forma de un robot, Klara, una Amiga Artificial especializada en el cuidado de niños, que desde que estaba en el escaparate de la tienda se aplica a entender y absorber los sentimientos y el comportamiento humanos.

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El futuro de la literatura

Ishiguro admite que no escribe cada día. “En absoluto, dedico mucho tiempo a leer, pensar y dialogar, persiguiendo una idea antes de escribir; no quiero hacer un libro cualquiera; y hasta que no tengo la idea, no lo hago”. Luego, eso sí, va rápido; tarda “unos dos años” en terminar una novela, y prueba diversos puntos de vista narrativos. “Hago un proceso de audición de personajes para escuchar una voz que me permite el que me dé mayor control sobre lo que quiero narrar”. Ese proceso de preparar mucho tiempo el tema y luego desenvainar rápido, que se traduce en total en unos cinco años, lo ha comparado alguna vez con la técnica del duelo del samurái. En cualquier caso, le parece un momento interesante para la literatura: “El estilo literario serio, canónico, se tendrá que romper o fusionar, la literatura deberá mezclarse con el cine, el cómic o lo audiovisual, son tiempos para una apertura total a otros formatos”.

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