El feminismo no ha podido medir su fuerza de forma masiva en las calles este 8-M y ha cambiado las grandes movilizaciones por concentraciones, símbolos y homenajes. Las limitaciones por la pandemia acotaron la protesta por la igualdad real de las mujeres. En filas y con distancias de seguridad, con bailes y mascarillas, en bicicleta, desde las casas, en los balcones, en las redes y en grupos, las protestas han seguido porque persisten los motivos y, además, la crisis sanitaria y social del coronavirus ha agrandado las brechas. Las protestas se han visto, a pesar de la lluvia y del virus, teñidas de morado, en muchas ciudades españolas, y este año Madrid no ha sido el epicentro, como en los últimos tres, que dejaron imágenes repletas de manifestantes alrededor de la plaza de Cibeles.
