El chavismo no teme la presión internacional aunque suponga un mayor aislamiento

Nicolás Maduro, el sucesor de la revolución bolivariana, fogueado durante años precisamente como canciller de Hugo Chávez, acumula conflictos diplomáticos. El último: un roce con la Unión Europea a raíz de las nuevas sanciones a 19 funcionarios, la reactiva expulsión de la embajadora de Bruselas en Caracas, Isabel Brilhante, y la medida recíproca desde Europa de declarar persona non grata a Claudia Salerno Caldera, representante del régimen venezolano en Europa, lo que condujo a la revocatoria de su estatus diplomático. La jugada, sin embargo, adquiere otra dimensión en el estadio actual de la prolongada crisis venezolana. El chavismo ha logrado mantenerse en pie —aunque no sin consecuencias— en medio de la intensa tormenta de sanciones que agudizó Washington desde 2019. Se ha quedado sin una oposición real que le haga contrapeso en el terreno institucional. La comunidad internacional, y su lenguaje de sanciones, luce cómo única palanca de tracción para mover las cosas en el país sudamericano y Maduro parece estar dispuesto a aislarse aún más ante la presión.

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