Cuando la política identitaria se vuelve mortal

Orinar en público es ilegal en Estados Unidos. Supongo que a pocos lectores les sorprenderá saberlo; supongo también que muchos de esos lectores se preguntarán por qué siento la necesidad de plantear este tema de mal gusto. Pero sean pacientes conmigo: la cosa tiene su moraleja, y es una moraleja con consecuencias preocupantes para el futuro de nuestro país. Aunque las demos por supuestas, estas restricciones, a veces, pueden resultar incómodas, como podrá atestiguar cualquiera que ande de un lado para otro después de tomarse demasiadas tazas de café. Pero se trata de una incomodidad trivial, y los argumentos para imponer esas normas son convincentes, tanto en lo que respecta a la protección de la salud como para no ofender a los demás ciudadanos. Y que yo sepa, no hay activistas políticos airados, y mucho menos manifestantes armados, que exijan el derecho a hacer sus necesidades donde les plazca.

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