El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó hace dos semanas una ley que aprobaba a la vez fondos para la entrega de bombas a Israel y para ayudar a los civiles palestinos víctimas de esas mismas bombas. Tras el inicial apoyo cerrado a Israel, EE UU ha ido buscando luego un equilibrio imposible. Biden se ha distanciado cada vez más del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pero las llamadas telefónicas y los mensajes de diferentes emisarios no parecen suficientes para impedir una ofensiva terrestre a gran escala en Rafah, así que el presidente ha recurrido a la receta de Ronald Reagan: las armas. Más precisamente, el suministro de armas.