Basta un justo para salvar el mundo del abismo

Abro el ordenador para escribir el artículo más difícil de mi medio siglo de periodismo. Lo escribo mientras mi esposa brasileña, Roseana Murray, que ha dedicado toda su vida con sus publicaciones y sus encuentros con las escuelas públicas de las periferias pobres de Brasil a los problemas de la educación, está entre la vida y la muerte con su cuerpo destrozado en plena calle por tres perros feroces.

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