“La política es mi ADN, solo cuando muera dejaré de hacerla”

Lula da Silva es energía en estado puro. Tiene 75 años, ha superado el cáncer, el coronavirus y la cárcel, y dice sentirse “un treintañero”. A la entrevista telemática llega en mangas de camisa y se sitúa de pie frente al Zoom. Se le ve cómodo; es viernes y responde desde su casa de São Bernardo do Campo, ciudad próxima a São Paulo, donde vive con Rosangela Silva, socióloga de la que se enamoró cuando estaba en prisión. A su espalda se aprecian unos pocos libros de tapa blanda y una bandera roja, de mesa, que exhibe las siglas del brasileño Partido de los Trabajadores (PT) y que por una extraña corriente de aire parece moverse, como en un mitin, al unísono con Lula cuando este entra en efervescencia. Algo que ocurre a menudo.

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