Cuando el expresidente francés Nicolas Sarkozy se aburre, cuando vive momentos de calma, tiende a sentirse impaciente, a ponerse nervioso, a actuar por impulsos. Y es entonces cuando da un paso en falso. “Soy un angustiado”, confesó el pasado diciembre en una de las últimas audiencias del juicio por haber intentado sonsacar información a un fiscal en un caso que le afectaba y le preocupaba, a cambio de prometerle al fiscal ayuda para obtener un cargo en Mónaco.
