2021: la tensión social al límite

El 2019 fue considerado, por la mayoría de los think tanks internacionales y los medios de comunicación globales, como “el año de las protestas”. Chile, Ecuador, Colombia, Puerto Rico, México, Hong Kong y Líbano fueron algunos de los muchos países con multitudinarias protestas. Unas movilizaciones con diferentes detonantes, como el aumento del billete del metro o el impuesto a WhatsApp, que actuaron como chispas que prendieron en una sociedad altamente inflamable en lo emocional. El polvorín social de la desigualdad y la crisis de representación, largamente acumulado, consolidaron la legitimidad de la explosión ciudadana en las calles. La mecha fueron las redes sociales en una sociedad híperconectada que hizo posible la irrupción de la protesta global sin aparente conexión entre unas y otras, más centradas en las causas políticas que en las casas políticas y sin liderazgos claros. Pero con algo en común: desconfianza y hartazgo.

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