Joe Biden dejó el martes una imagen para la historia al convertirse en el primer presidente de Estados Unidos que se une a un piquete de huelga. Megáfono en mano y acompañado por el líder del sindicato de trabajadores del automóvil con mayor representación en las grandes marcas norteamericanas (el UAW), Biden mostró de forma muy gráfica su apoyo a los trabajadores frente a la patronal en un conflicto tomado como síntoma del hartazgo de la clase media asalariada ante la desigualdad. La huelga, de un alcance sin precedentes, afecta a tres símbolos de la industria norteamericana como Ford, General Motors y Stellantis, y reclama una actualización de sueldos que compense años de pérdida de poder adquisitivo frente a la inflación. Después de dos semanas, el conflicto se ha extendido a decenas de plantas de las tres compañías en 20 Estados y solo Ford parece avanzar en las negociaciones para contener los paros. Los trabajadores piden una subida del 40% en cuatro años; la patronal les ofrece la mitad.
