Corría el minuto 53. Megan Rapinoe acababa de sacar un córner que acabó en el segundo gol de su equipo y de lanzar una falta que se marchó rozando el larguero. En el cartel de los cambios apareció su número, el 15. Cedió su brazalete de capitana, se abrazó una a una a sus compañeras con una sonrisa que le iluminaba el rostro y, tras una reverencia de las suyas a unos espectadores completamente entregados, la estrella de la selección femenina de fútbol de Estados Unidos cerró el capítulo más exitoso de su carrera, el del equipo nacional.
