Los gigantes del automóvil de EE UU afrontan una huelga que marcará una época

Son las 12 del mediodía del viernes 22 de septiembre en Ypsilanti (Michigan), a unos 60 kilómetros de Detroit. La gran mayoría de los empleados de ese centro de distribución de componentes de General Motors empiezan a abandonar la planta. Se montan en sus coches y salen tocando la bocina y gritando consignas. No se van muy lejos. Aparcan nada más salir del recinto, se bajan de sus coches, reparten pancartas y forman un piquete. “Es un momento histórico”, dice Michael Martin, de 59 años, responsable de participación del centro. Se unen a una huelga llamada a marcar una época con sus repercusiones laborales, industriales y políticas de largo alcance. “Desigualdad” e “injusticia” son las palabras que más repiten las decenas de trabajadores en huelga, con los que ha hablado EL PAÍS esta semana. Dan la batalla por agarrarse a la clase media.

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