El tráfico de droga y la violencia que lleva pareja hace tiempo que dejó de ser para la Unión Europea una cuestión localizada en ciertos puntos conflictivos de algunos países. El problema se extiende desde España a Suecia o Alemania, pasando por países de tránsito como Bélgica y Países Bajos, cuyos puertos son los principales puntos de entrada de cocaína procedente de Latinoamérica en Europa y donde altas figuras políticas —desde ministros a la princesa heredera del trono de Países Bajos, Amalia de Orange— han sido amenazados por el crimen organizado. Nadie duda de que hay que hacer más contra este flagelo y, este jueves en Bruselas, la presidencia española de turno de la UE quiere dar un paso decisivo: intensificar y, sobre todo, formalizar la cooperación con América Latina en la lucha contra la delincuencia transnacional organizada, especialmente el narcotráfico.
