Cuando Diana Jiménez tenía unos meses de embarazo, le dijo a su ginecólogo que le tenía mucho miedo al parto vaginal. No por las contracciones ni por la anestesia. Le generaba pánico que a su bebé le pasara lo que le había pasado al de una amiga unos meses antes: había fallecido en el vientre y a horas de nacer sin que ella hubiera empezado trabajo de parto. Por eso, antes de decidir e la forma de parir, Jiménez le preguntó al médico cuáles eran los peligros de las dos opciones.