Ellos, los asesinos, también están aquí. Los que mataron a Óscar Ernesto y a Diego, a Jorge Alberto y Héctor Alejandro, a Gumaro y Jesús Manuel. Los que abandonaron en un monte de Zacatecas sus cuerpos maltratados. Están aquí, en el cementerio de Malpaso, camuflados entre madres desencajadas y familias retorcidas por la pérdida. Ellos: los “malos”, los hombres armados, los cárteles, el narco. Están aquí para dejar claro un mensaje: son la ley; la mano invisible que todo el pueblo ve; la que dicta, asfixia, aterroriza, ejecuta. En la lógica de sus cabezas enfermas de guerra, no hay paz para el enemigo ni en el día de su entierro. Poco importa que tenga 14, 15, 17, 18 años, y su cara, más rasgos de niño que de hombre.
