El fin de Matamoros, el campo de refugiados símbolo de las políticas migratorias de Trump

“Gracias a Dios estoy aquí”, fue lo primero que atinó a decir Onelia Alonso, una exiliada política cubana de 61 años, el jueves tras llegar entre aplausos a la estación de autobuses de Brownsville, en Texas. Su cruce junto a otros 26 solicitantes de asilo desde Matamoros, en el norte de México, suponía el principio del fin de un campo de refugiados levantado a pocos metros de Estados Unidos, al otro lado del Río Bravo, por los migrantes a los que el expresidente Donald Trump mandó a esperar a peligrosas ciudades del país vecino hasta que un juez escuchara sus pedidos de protección. Y con el que Joe Biden se ha propuesto acabar cuanto antes.

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