“La ley es el poder de los que no tienen poder”, dijo Gustavo Petro al final de su discurso inaugural, en el décimo de sus compromisos: cumplir y hacer cumplir la Constitución. Esta promesa va al corazón del reto menos obvio, pero tal vez el más duro y transversal, de los que se plantean en su gobierno y que formará parte indisoluble de su mandato igual que lo ha hecho de su carrera hasta la Casa de Nariño: la democracia colombiana está en crisis. O más bien lo está su apoyo popular, y por tanto la credibilidad del sistema y de sus partes ante la ciudadanía.